LOS ABISMOS DE UNO MISMO

Nunca he entendido bien por qué debe uno sumirse en el abismo de la intolerancia. En la pobreza de la acomodada desesperanza. No se cual es el motivo de que aún siguiendo el camino de la verdad, del aprendizaje y la superación constante, haya que verse en la horrorosa encrucijada de la más absoluta penuria. Nunca comprenderé a aquellos que escudados en su propia ineptitud son capaces, sin escrúpulos, de abandonar a sus semejantes en el cadalso. Creo firmemente que todo va a salir bien y que las cosas volverán a ser como eran hace sólo unos meses. Sin embargo los abismos de uno mismo son oscuros y sus profundidades provocan vértigo. Los abismos de mi mismo son aún más tenebrosos y telúricos y por más que bajo a sus profundidades no llego a ver el fondo. No obstante seguiré intentándolo. Seguiré gritado al mundo mi perplejidad, mi escarmiento, mi desilusión con el mundo, con Dios, conmigo mismo.

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