EN UN PAÍS MULTICOLOR...

Lejos de encontrarnos a las tiernas abejas de la siempre entrañable Maya, en este Páis multicolor son cada vez más sangrantes las situaciones de indefensión que tiene que vivir el ciudadano ante el avance irresponsable de un nacionalismo cada vez más excluyente.

Mikel N. Navarro


Mi madre solía decir que había que ser prudente a la hora de hacer concesiones. Que al ser humano por naturaleza, si le das la mano termina cogiendo el brazo entero. Algo parecido le pasa al nacionalismo de este País que ha sido alimentado por las debilidades políticas de distintos gobiernos centrales, sobre todo cuando estos no han contado con el suficiente número de escaños para gobernar con la tranquilidad necesaria. Las minorías simples de González y Aznar trajeron consigo alianzas que al final nos han pasado una factura difícil de abonar. Pero Zapatero quiso ir aún más allá y, gracias a su debilidad política y sus compromisos con nacionalistas catalanes y vascos, le llevaron incluso a herir de muerte los cimientos de la mismísima constitución española. La legislatura pasada estuvo marcada por los estatutos. En este hay aún que debatir el estatuto segregacionista de Ibarretxe. El resto seguirá como efecto dominó, unos más cercanos al texto constitucional que otros, pero ninguna comunidad autónoma quiere dejar de subirse al carro de la más pura idiotez.

El problema de las concesiones en materia nacionalista es que al final provocan situaciones de una injusticia e indefesión intolerables. Que hoy día sea casi imposible escolarizar a un niño en lengua castellana en cataluña es de juzgado de guardia. Que no puedas acceder a un puesto en la administración pública vasca si no sabes eusquera es una discriminación en toda regla. El escandaloso caso del empresario catalán multado por poner un rótulo en castellano es un ejemplo más. Hoy mismo la Xunta de Galicia ha anunciado que multará con 3.000 euros a las empresas que no contraten en gallego, en un claro intento de acabar con el castellano por parte de los nacionalistas. ¿Pero hasta donde vamos a llegar?

Que este es un País multicolor es claro y evidente. Esa es la fuerza de nuestra sangre, de nuestra cultura, de nuestro carácter. La diversidad es necesaria y desde luego hay que fomentarla y desarrollarla. Lo que no es de recibo es que los ciudadanos de esta España mía, de esta España nuestra, se sientan como extranjeros en su propio País. Si en esta legislatura que comienza los dos grandes partidos no son capaces de consensuar en materia autonómica, seguiremos engordando a este peligroso gigante nacionalista. Les dimos la mano y al final, si no ponemos pié en pared andaremos todos de aquí para allá, pero sin brazos.

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