A VECES HAY QUE DESPEÑAR LA VACA

Es curioso como el miedo nos impide tantas veces dar el salto, iniciar el cambio, virar el rumbo. Por eso quiero contaros hoy una historia. No es mía. Circula por internet y aunque yo no la había escuchado nunca, mi hermana me la contó hace poco a modo de parábola y consejo y quiero compartirla con todos vosotros. Espero que os sirva de ayuda, llegado el caso, como me ha servido a mi.

Mikel N. Navarro



Un monje zen llegó una noche, con su maestro, a una vieja casa en una montaña. El dueño era muy pobre, y vivía míseramente con su familia, de lo que producía una famélica vaca. Esta era su única posesión, y fuente de ingresos, por lo que la cuidaban con mimo, pegados a la idea de que era lo que los mantenía a flote. A pesar de su precaria situación, fueron muy hospitalarios con sus huéspedes, dándoles cobijo y alimento.

Por la mañana, el agradecido monje comentó con su maestro lo mucho que le gustaría ayudar a ésta pobre gente que tan bien se había portado con ellos. El maestro estuvo de acuerdo con tan noble sentimiento y le ordenó despeñar la vaca de la familia por la montaña. El monje obedeció horrorizado.

Unos años más tarde, el monje, ya independizado de su maestro, pasó por la misma zona. Todavía con remordimiento, decidió acercarse a la casa con intención de corregir su terrible acción. Al llegar, casi no reconoció el lugar. El jardín estaba cuidado y la casa se veía bonita y muy bien conservada. Había gallinas, ovejas y vacas en el amplio espacio adyacente a la casa. Llamó a la puerta. El mismo hombre que tan bien lo había tratado unos años antes, abrió la puerta. Lo invitó a pasar y a sentarse a cenar con su familia.

Durante la cena, el monje comentó lo bien que se veía todo. El hombre sonrió. “Antes no estábamos tan bien” dijo. “Pero un día, la vaca que teníamos desapareció, y nos dimos cuenta de que nuestro futuro estaba en nuestras manos. Todos nos pusimos a pensar en lo que nos gustaba hacer, y así descubrimos nuestro propósito. Desde que lo seguimos, no hemos vuelto a pasar penurias. Que se nos perdiera aquella vaca fue lo mejor que nos pudo pasar”.

El monje entendió en ese momento la lección que su maestro le diera unos años antes. Somos los únicos con el poder de cambiar nuestra situación y de decidir como queremos que sea nuestra vida, simplemente tomando conciencia de ello y liberándonos del miedo a la acción, al cambio.

Comentarios

Yeiza Sarmiento ha dicho que…
Título impactante, historia interesante y moraleja creativa. Para estar famélica la vaca ha sido productiva ;-)

Un saludo

Yeiza
Isabel ha dicho que…
:) Me alegra que te haya servido..

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