NO ES POSIBLE SALIR DEL INFIERNO SIN AYUDA
Puede que tengan razón aquellos que afirman que soy al mismo tiempo incombustible y soluble. Metafóricamente hablando sólo puedo decirles que apenas soy una pizca más de materia que el viento y el destino mueve y que reacciona ante las circunstancias como buenamente puede.
Mikel N. Navarro
Es cierto. En este prolongado tiempo de silencio que este Blog ha padecido de forma evidente, he llegado a tocar fondo. Sin embargo no es menos cierto que ese infierno que ha sido mi periplo, esa cura de humildad, esa injusta visita al abismo, me ha enseñado más que todos los años de experiencia, más que toda mi carrera profesional y más que todos mis fracasos anteriores.
Salir del infierno no es fácil. Hacerlo sólo es imposible. Siempre hay algún mentecato de tres al cuarto que disfrazado de Mefistófeles te mete el miedo en el cuerpo. Son personajes sin tridente, ni rabo, ni cuernos. Aunque eso no quiere decir necesariamente que no sean cornudos, tengan colmillos afilados o presuman a diario de atributos fálicos.
Mi paso por el infierno ha sido breve, tan efímero que apenas las ascuas consiguieron quemarme. Si acaso sentí el calor en mis mejillas, en las palmas de las manos y en las plantas de mis pies. Pero no crean, apenas he sentido dolor físico. Lo peor del infierno, de tocar fondo, es el lastre mental. Sobreponerse cada día al ostracismo, al olvido y a la desidia de la palabra, es un ejercicio titánico y no siempre gratificante a pesar de las enseñanzas que puedan extraerse de la indigente vivencia del momento.
No lo hubiera logrado sólo. Mi madre, a la que perdí ya hace 12 años, decía que había que tener amigos hasta en el infierno. Yo los he tenido dentro y sobre todo fuera. Efectivamente. No es posible salir del infierno sin ayuda. Es curioso como la adversidad te muestra de forma fría y contundente la realidad de lo que eres, de lo que tienes y de tu sitio exacto en este espectáculo itinerante que es la vida. No me extraña que Cicerón dijera de la adversidad que difícilmente se puede soportar si no tienes un amigo que sufra por ti más que tu mismo. Se le olvidó a este romano avisarnos de que la adversidad tiene la fea costumbre de venir acompañada por su inseparable amiga, la decepción.
Les diré que durante muchos meses lo adverso y la decepción han ocupado sin permiso y sin llamar mi casa y mi vida. Pero también puedo afirmar sin miedo a equivocarme que ha merecido la pena. He comprendido que tengo mucho que aprender todavía, como la lección ineludible de identificar a impostores que se disfrazan de amigos, haciendo bueno el dicho de que no hay peor enemigo que el que está encubierto. He tropezado, he caído, me han hecho daño y me he equivocado. Sin embargo al mismo tiempo he caminado, me he levantado, me he hecho fuerte y a veces hasta he acertado.
La ayuda para salir del averno tiene nombres y tiene apellidos. Protagonistas, héroes cotidianos que tienden la mano de forma espontánea y a fondo perdido. Son personas que conocen bien el esfuerzo y el sacrificio. Seres cuyos valores te hacen sentir pequeño aunque te engrandezcan con su sola presencia. No lo hubiera logrado sin ellos. Por eso quiero que quede constancia pública de mi agradecimiento a todos y cada uno de los miembros de mi familia, sobre todo a mi padre, a mis hermanos y a mis hijos. A mi amigo Manolo Rodríguez Peña por su aliento continuo y su capacidad de inculcarme criterio y calma. A José María Fernández, por su enorme fe en mí, en nuestra amistad y en mi capacidad para salir adelante. A Mario Garófano que en la distancia siempre me ha hecho llegar el ánimo que necesitaba en cada momento. Quiero también agradecer de forma muy especial a José Luis Montosa la oportunidad que me brindó, dándome trabajo en el campo cuando ya había perdido la esperanza de contar con un sueldo digno. A Juan Carlos Marín por su sinceridad aplastante y su generosidad conmigo en momentos muy difíciles para mí. A José Carlos Camacho, director de Esradio Axarquía, por su decidida apuesta por mi persona y al que espero no decepcionar en mi nueva etapa en la cadena de Federico Jiménez Losantos.
Todos ellos me han ayudado a salir del infierno. Todos han aportado su granito de arena y ¿saben qué?, a ninguno de ellos se lo pedí y ninguno de ellos ha pedido nada a cambio. Todos me han visto caer en el abismo y salir de él. Pero no puedo terminar esta entrada sin nombrar a la persona que no sólo me ha ayudado sino que tuvo el coraje y el corazón de acompañarme hasta el infierno, caminar entre las ascuas y volver sin soltar mi mano. Mi pareja, Arantxa. Su decisión de estar a mi lado a pesar de todas las circunstancias, su forma de espolearme, su fuerza y su amor incondicional por mi, lograron devolverme la fe y la esperanza, convirtiéndome en esta especie de Ave Fénix que soy hoy. Ella sabía mejor que yo que el tiempo en el infierno también se consume y arde sin dejar cenizas.
Mikel N. Navarro
Es cierto. En este prolongado tiempo de silencio que este Blog ha padecido de forma evidente, he llegado a tocar fondo. Sin embargo no es menos cierto que ese infierno que ha sido mi periplo, esa cura de humildad, esa injusta visita al abismo, me ha enseñado más que todos los años de experiencia, más que toda mi carrera profesional y más que todos mis fracasos anteriores.
Salir del infierno no es fácil. Hacerlo sólo es imposible. Siempre hay algún mentecato de tres al cuarto que disfrazado de Mefistófeles te mete el miedo en el cuerpo. Son personajes sin tridente, ni rabo, ni cuernos. Aunque eso no quiere decir necesariamente que no sean cornudos, tengan colmillos afilados o presuman a diario de atributos fálicos.
Mi paso por el infierno ha sido breve, tan efímero que apenas las ascuas consiguieron quemarme. Si acaso sentí el calor en mis mejillas, en las palmas de las manos y en las plantas de mis pies. Pero no crean, apenas he sentido dolor físico. Lo peor del infierno, de tocar fondo, es el lastre mental. Sobreponerse cada día al ostracismo, al olvido y a la desidia de la palabra, es un ejercicio titánico y no siempre gratificante a pesar de las enseñanzas que puedan extraerse de la indigente vivencia del momento.
No lo hubiera logrado sólo. Mi madre, a la que perdí ya hace 12 años, decía que había que tener amigos hasta en el infierno. Yo los he tenido dentro y sobre todo fuera. Efectivamente. No es posible salir del infierno sin ayuda. Es curioso como la adversidad te muestra de forma fría y contundente la realidad de lo que eres, de lo que tienes y de tu sitio exacto en este espectáculo itinerante que es la vida. No me extraña que Cicerón dijera de la adversidad que difícilmente se puede soportar si no tienes un amigo que sufra por ti más que tu mismo. Se le olvidó a este romano avisarnos de que la adversidad tiene la fea costumbre de venir acompañada por su inseparable amiga, la decepción.
Les diré que durante muchos meses lo adverso y la decepción han ocupado sin permiso y sin llamar mi casa y mi vida. Pero también puedo afirmar sin miedo a equivocarme que ha merecido la pena. He comprendido que tengo mucho que aprender todavía, como la lección ineludible de identificar a impostores que se disfrazan de amigos, haciendo bueno el dicho de que no hay peor enemigo que el que está encubierto. He tropezado, he caído, me han hecho daño y me he equivocado. Sin embargo al mismo tiempo he caminado, me he levantado, me he hecho fuerte y a veces hasta he acertado.
La ayuda para salir del averno tiene nombres y tiene apellidos. Protagonistas, héroes cotidianos que tienden la mano de forma espontánea y a fondo perdido. Son personas que conocen bien el esfuerzo y el sacrificio. Seres cuyos valores te hacen sentir pequeño aunque te engrandezcan con su sola presencia. No lo hubiera logrado sin ellos. Por eso quiero que quede constancia pública de mi agradecimiento a todos y cada uno de los miembros de mi familia, sobre todo a mi padre, a mis hermanos y a mis hijos. A mi amigo Manolo Rodríguez Peña por su aliento continuo y su capacidad de inculcarme criterio y calma. A José María Fernández, por su enorme fe en mí, en nuestra amistad y en mi capacidad para salir adelante. A Mario Garófano que en la distancia siempre me ha hecho llegar el ánimo que necesitaba en cada momento. Quiero también agradecer de forma muy especial a José Luis Montosa la oportunidad que me brindó, dándome trabajo en el campo cuando ya había perdido la esperanza de contar con un sueldo digno. A Juan Carlos Marín por su sinceridad aplastante y su generosidad conmigo en momentos muy difíciles para mí. A José Carlos Camacho, director de Esradio Axarquía, por su decidida apuesta por mi persona y al que espero no decepcionar en mi nueva etapa en la cadena de Federico Jiménez Losantos.
Todos ellos me han ayudado a salir del infierno. Todos han aportado su granito de arena y ¿saben qué?, a ninguno de ellos se lo pedí y ninguno de ellos ha pedido nada a cambio. Todos me han visto caer en el abismo y salir de él. Pero no puedo terminar esta entrada sin nombrar a la persona que no sólo me ha ayudado sino que tuvo el coraje y el corazón de acompañarme hasta el infierno, caminar entre las ascuas y volver sin soltar mi mano. Mi pareja, Arantxa. Su decisión de estar a mi lado a pesar de todas las circunstancias, su forma de espolearme, su fuerza y su amor incondicional por mi, lograron devolverme la fe y la esperanza, convirtiéndome en esta especie de Ave Fénix que soy hoy. Ella sabía mejor que yo que el tiempo en el infierno también se consume y arde sin dejar cenizas.
Comentarios
Soy una sencilla y humilde ama de casa y asidua oyente del programa de José Carlos Camacho, aunque te conozco físicamente cuando trabajabas por estos lares, espero hablar contigo bién a través de las ondas e incluso personalmente.
Te deseo de todo corazón que te vaya bién en tu nueva andadura, vas a trabajar (y no hace falta que yo te lo diga) con una persona honesta, ecuánime y coherente entre otras virtudes; os deseo a ambos lo mejor.
Un saludo.
Juana.
Me alegra saber que has podido salir del infierno y que te enfrentas a un nuevo reto.Mucha suerte!
Gracias por contarlo y darnos esperanza a los que aún no vemos la salida.
Besos a toda tu familia.