LA OTRA VERSIÓN DE LO OCURRIDO EN LA HUIDA DE MÁLAGA A ALMERIA DURANTE LA GUERRA CIVIL

La Ley Memoria Histórica en este país es tan injusta y cruel por su contenido e intepretación como los mismo hechos que conmemora. Soy de los que piensan que no hay que olvidar a los muertos, aunque para ello haya que desenterrarlos, pero me niego a pensar que la citada Ley trate del mismo modo a todos los fallecidos, a todas las víctimas. En los últimos días estamos asistiendo a numerosos actos de homenaje y recuerdo a las víctimas del ataque del bando nacional a miles de malagueños que huían de Málaga hacia Almería. Sobre los sucesos de aquel terrible capítulo de nuestra guerra civil se ha escrito mucho pero siempre desde la versión republicana de los que lo vivieron. Hoy me hago eco de otra versión de aquel éxodo, donde al parecer los asesinos no sólo estaban en el bando nacional.


Mikel N. Navarro


Este es el relato:

El éxodo de Málaga a Almería en Febrero de 1937 tras la conquista de Málaga por las fuerzas nacionales, fue un episodio de gran importancia. Ese hecho conllevó una gran derrota a las anárquicas milicias y una carga política, que motivó caídas de dirigentes políticos y militares de prestigio, aunque se echó mucha tierra encima por parte de las autoridades de la época, para tapar las vergüenzas de la República.

Aquella tragedia tuvo sus “luces y sombras”, que a día de hoy, siguen pendientes de investigación en mayor profundidad y rigor. Fueron más de 60.000 malagueños de todas la edades los que tuvieron que abandonar sus casas. Todo este personal civil se vio inducido por el miedo que se metió a la población por los dirigentes republicanos y por gente perteneciente al llamado " bando nacional".

Mezclados estos civiles con los miles de combatientes armados que también huían en desorden, sembraron éstos, otro terror añadido, con actos deplorables hacia quienes preferían volver y perdieron sus vidas a manos de sus propios camaradas. Muchos de los que intentaron regresar eran asesinados por traición allí mismo por los milicianos. Luego las cifras se disparan de forma alarmante y hasta exageradas, a menos que en las mismas se incluyan a los represaliados. En Málaga, los republicanos fusilaron en masa a mucha gente, desde el 18 de julio.

La guerra duró poco en Málaga, pero la revancha fue dura. Estaba todo muy caliente. Esta mezcla y abigarramiento entre civiles y militares, provocó el acoso, ametrallamiento y bombardeo por los nacionales, a una masa humana que huía, y en la que era difícil hacer distingos. Por tanto la cuantificación de víctimas que consignan, unos y otros son relativas, porque no existe ningún estudio riguroso que acredite quiénes y cuántos.

Los relatos escritos, del canadiense Dr. Norman Bethune y del escritor y periodista Iliá Ehremburg, ambos pertenecientes a la Internacional Comunista, son narraciones subjetivas, que han sido sostenidas sistemáticamente como fuentes fiables, aparte claro está, de la hemeroteca de la época, que calló deliberadamente mucho y publicó lo que convenía, siguiendo dictados políticos.

Aquella huida, no controlada ni dirigida por quienes tenían la obligación de hacerlo, conllevó una gravísima responsabilidad, por lo que a los pocos meses, por orden del Presidente del Gobierno Sr. Largo Caballero, se instruyen diligencias por un Juez Especial de la Sala 6ª del Tribunal Supremo de la República, enjuiciando a los responsables, por no abastecer en tiempo y forma los medios armamentísticos de defensa dejando a una importante provincia en el más absoluto abandono y consentida anarquía que padeció desde la sublevación.

Se dijo que Málaga cayó “entregada por la traición” de los comunistas y que después ese partido, junto a los “tovarich asesores” para regir los destinos de España, tratarían de chantajear a D. Francisco Largo Caballero, hombre que cometió errores y aciertos en aquél trágico panorama y que en un acto de dignidad patriótica se enfrentó no sólo a los traidores españoles y chantajistas soviéticos, que a la postre se salieron con la suya consiguiendo que abandonara la presidencia del Gobierno para pasar ésta a manos más complacientes.





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